18/04/2015

El tamaño no importa

Ochenta y ocho constelaciones cubren prolijamente el cielo, sin superponerse y sin dejar resquicios. Albergan ochenta y ocho figuras caprichosas, algunas de las cuales hemos recibido de la noche de los tiempos. Hace rato que no cumplen absolutamente ningún rol en la astronomía como ciencia: las estrellas que las integran se ven próximas desde nuestra perspectiva terrestre, pero generalmente no tienen relación entre sí. Los catálogos estelares modernos, preparados por diligentes robots informáticos, ignoran las constelaciones y usan cadenas de letras y números como TYC 8534-2277-1. Pero los seres humanos nos resistimos a abandonar las viejas constelaciones y los nombres propios: esa estrella es Alfa Carinae, o sea Canopus.

Para los aficionados y para el público en general las constelaciones son imprescindibles. Lo que pasa es que son inevitables: uno sale a mirar el cielo nocturno y ve figuras. Nuestro cerebro primate se resiste a funcionar de otra manera. Por algo la Unión Astronómica Internacional, cuando definió los polígonos que forman las constelaciones modernas, no dividió el cielo en 88 rectángulos iguales numerados del Uno al Ochenta y Ocho, sino que respetó mayormente las formas y los nombres tradicionales. Si no, se armaba una que reíte de lo que pasó con Plutón. A propósito: las constelaciones son los polígonos, no las figuras. No existen figuras estándar para las constelaciones. Pero lo que uno ve, por supuesto, son figuras: líneas conectando estrellas.

Así que las constelaciones que tenemos son las de siempre, las de los mitos y de los navegantes. Y son desiguales. Enormemente desiguales: en tamaño, en cantidad de estrellas, en brillo. Esta diversidad debe ser en parte la razón por la cual hay constelaciones más populares que otras. ¿Cuáles son las que todo el mundo sabe reconocer en el cielo? ¿Las más grandes? ¿Las más brillantes? ¿Las que tienen más estrellas?

Tomé el Bright Star Catalogue, que abarca las casi 10 mil estrellas visibles a simple vista, y lo revisé de cabo a rabo, calculando el área y el brillo total de las constelaciones. Al mirar el ranking de tamaño uno se lleva la primera sorpresa. Ordenadas de mayor a menor las constelaciones son:

1. Hydra
2. Virgo
3. Ursa Major
4. Cetus
5. Hercules
...
84. Scutum
85. Circinus
86. Sagita
87. Equuleus
88. Crux

¡A la pucha! ¿Ninguna de las fáciles? ¿Dónde están Orión, Escorpio, Can Mayor? ¡Y la Cruz del Sur es la más chiquita! Al final entendí. Lo mejor es mostrar alguno de los gráficos que hice, por ejemplo éste:


Cada estrellita es una constelación. El tamaño del símbolo corresponde a la densidad de estrellas: cuántas estrellas por pedacito de cielo. El eje horizontal es la declinación, que viene a ser como la latitud en el cielo. El eje vertical es el brillo superficial de la constelación (en magnitudes por grado cuadrado). Está obtenido a partir de la magnitud de todas sus estrellas y del tamaño que ocupa en el cielo cada constelación.

Lo que más se destaca en el gráfico es que la constelación más chiquita, la Cruz del Sur, es la más brillante de todas, ¡y además es la más densa! La siguen en brillo superficial las sospechosas de siempre: Can Mayor, Carina, Orión, Escorpio...

Otra observación inmediata es la asimetría entre los dos hemisferios: el cielo del sur concentra constelaciones más brillantes y más densas en estrellas. Y esto, sin tener en cuenta cúmulos de estrellas ni nebulosas... El cielo del sur es mejor que el del norte, algo que todo aficionado sabe.

Otro día contaré cómo se calcula el brillo superficial, que es particularmente útil cuando uno considera objetos extendidos como nebulosas, galaxias, etc.


Notas. Me esperaba que la constelación más grande fuera Erídano, pero está recién en sexto lugar. La menos brillante es Sextans, señalada por esa estrellita ínfima ahí en el gráfico, casi en el ecuador. Pero no es la de menor densidad de estrellas: le ganan Crater y Sculptor. Esta última aparecerá pronto por acá porque la falta de estrellas la compensa ampliamente con abundancia de galaxias... El gráfico es mío, pero lo presto si me lo piden amablemente.

El brillo de una constelación no es simplemente la suma de las magnitudes porque las magnitudes estelares no se pueden sumar así nomás. El sistema de magnitudes es otro fósil de la Antigüedad que no nos sacamos de encima simplemente porque así funciona nuestra visión. Otro día lo explico.

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